Desde la ventana, la fugacidad de las miradas
la caducidad de los recuerdos,
porque los ríos se desbordaron y las
aguas encontraron nuevos cauces
y, nosotros,
fuimos arrojados al torbellino de las incertidumbres.
Ahora somos como trenes que se cruzan,
como dunas a merced del viento.
El volcán ya está apagado,
ya solo somos errantes en un mundo que
quisimos dominar a nuestro antojo
pero que acabamos huyendo
de un crepúsculo cada vez más helado.
Nuestro juego de vanidades se fue desmoronando,
nuestro orgullo nos mató, nos reíamos
de nuestros sentimientos,
nos burlábamos de la gente sensible
hasta que fuimos ahogados por nuestro ego
que acabó debilitándonos
hasta ser vencidos
por una sociedad que despreciamos por nuestra soberbia.
Ahora ya no aguantamos nuestras miradas
nos cruzamos sin hablarnos
y derrotados por nuestra falta de humildad
ahora echamos en falta todo lo que perdimos,
todos los amigos que nos dieron la espalda.
Ya solo nos queda la oscuridad de la noche
como única aliada de nuestros fracasos.
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