Padres que denuncian a sus hijos por quemar a mendigos en los cajeros automáticos.
Madres que dan pistolas, a sus hijos para matar a sus maridos alcohólicos y maltratado res.
Hijas que se prostituyen para pagar sus adicciones
Hijos que envenenan a sus padres para conseguir cuanto antes la herencia.
Abuelas que guardan celosamente su fortuna mientras ven como sus hijos se mueren de hambre.
Cuchillos agazapados, protegidos por la oscuridad, que se erigiran en jueces por asuntos de traiciones,.
Azoteas que son testigos imperturbables de amores que finalizan repentinamente, de deudas impagadas, de ludópatas que reinciden año tras año.
Anorexicas que nunca se encuentran lo suficientemente atractivas, víctimas de la presión social.
Gurus que te prometerán el paraíso y tu paz interior a cambio de tu ruina, aunque proclamen que el dinero no es importante.
Charlatanes que te aseguran que curan cualquier enfermedad.
Y, tu, mientras tanto, tumbado en el sofá de de tu casa, comiendo pizza y bebiendo cerveza celebrando los goles de tu equipo.
Porque la vida es un balón, un culebrón, la vida son series de Netflix, programas de cotilleos donde te alegras de las desgracias de los famosillos de turno, mientras esperas la muerte.
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